La oración es el medio más importante para conocer a Dios. La comunión constante nos ayuda a la disponibilidad comunicativa con nuestro Creador, permitiendo que la manifestación de su presencia alcance nuestra existencia.
Sabemos que el elemento fundamental para alcanzar el éxito en cualquier cosa que se emprenda en conjunto es la comunicación, Dios mismo nos habla sobre la clave-éxito de la comunicación en el trabajo al mostrarnos ejemplos de su ordenada creación (Proverbios 6:6). Pues bien, la comunicación es una herramienta poderosa que influye en la organización, toma de decisiones y en el florecimiento que nos encamina a ser fuertes (la unión). Por lo tanto, esta herramienta es la que nos conduce a una mejor relación con nuestro Padre en los cielos y nos hace resistentes para enfrentar las adversidades de esta vida.
¿Por qué una mejor relación con Dios? ¿Por qué resistentes? Es importante que entendamos con mucha lucidez que para agradar a Dios debemos cumplir exactamente con todo lo descrito en su Palabra, poniendo en práctica constante todos sus Mandamientos porque sólo de esta manera logramos la manifestación de Dios en nuestras vidas:
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:21
Tener una relación verdadera con Dios significa ser capaces de mantener una perdurable comunicación con Él para cumplir con todos sus preceptos, logrando alcanzar su presencia en nuestro diario vivir, en este caso es cuando se revelan a nosotros todas las bendiciones que Dios nos expone como galardón en su Santa Palabra, la Biblia.
Una relación verdadera con Dios implica tener esa ansia o deseo vehemente de serle fiel en todo momento sin condición alguna, porque Dios es quien provee todo lo que necesitamos: nuestra felicidad, paz, éxito y amor verdaderos.
La oración es comunicación formal con Dios. Lleva intrínsecamente un nexo de gran comunión y concentración para expresar a Dios nuestra alabanza, gratitud, satisfacción, necesidad, idea, deseo, circunstancia u opinión más fundamentales. La oración debe efectuarse con formalidad y respeto en lo mejor que podamos (estamos comunicándonos con el Creador de todas las cosas tanto de materia como de espíritu); no siendo egoístas sino sinceros de todo corazón.
La oración es un acto sagrado, no debe practicarse con imprudencias y vulgaridades porque estaríamos pecando de la peor manera, blasfemando contra el Espíritu de Dios y este pecado no tiene perdón: “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”. Mateo 12:31
Esta herramienta de comunicación con nuestro Padre celestial es esencial para vivir una vida en santidad, cumplir con todos los Mandamientos de Dios es un reto bastante difícil por nuestras propias fuerzas. Debido a que estamos influenciados por los deseos del cuerpo que nos impulsan insistentemente a violentar los Mandamientos; y por consiguiente, a destruir nuestra relación con Dios, por eso a través de su Palabra Dios nos exhorta a comunicarle las cosas esenciales que harán de nuestras vidas fuentes de luz y aroma grato a su presencia, aquellas cosas que crearán un espacio sangrado en nuestro interior para que Dios habite en él. Por ejemplo, pedir por ayuda constante a Dios para que nos permita serle fiel en todo momento y así poder ser modelo ideal para que los demás alcancen caminos de vida y verdad; o pedir por sabiduría para entender su Palabra y por energía interna y externa para ponerla por obra.
Por medio de la oración le demostramos a Dios nuestros más profundos sentimientos y anhelos, lo que realmente queremos; sin embargo, la oración sincera llegará a Dios. Ahora, ¿acepta Dios todo tipo de cosas que le pidamos? Si Dios nos ama sólo permitirá a nuestras vidas lo que nos conviene. Puede ser que pidamos a Dios de todo corazón alguna cierta cosa que no sea valiosa en lo absoluto para nuestro desarrollo y obtenerlo, pero muy pronto nos daremos cuenta en que eso no era sustancial; Dios lo permitió para que se tenga en cuenta las cosas que son de vital importancia para nuestro crecimiento espiritual.
Recordar que si crecemos espiritualmente, también crecemos corporalmente; porque todo lo que beneficia al espíritu al cuerpo también beneficia (esto no se da recíprocamente, porque al crecer corporalmente no podemos crecer espiritualmente). Sin embargo, la carne es nuestra naturaleza pecaminosa y es la que va muriendo al crecer espiritualmente en Dios. Nuestra naturaleza pecaminosa va en contra de los preceptos de Dios, ahora en nuestras vidas somos los que decidimos qué alimentar: al espíritu o a la carne. Dependiendo de qué alimentemos, sembraremos la luz o tinieblas en nuestras vidas. Procuremos sembrar la luz, alimentando nuestro espíritu con la comunión diaria en Dios (que implica hacer siempre conforme a la voluntad de Dios) y orando sin cesar.
A continuación, se muestra la forma correcta en que debemos orar y el modelo de oración que Dios nos enseñó a través de su Hijo amado:
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.
Mateo 6: 5-15
La oración del “Padre nuestro”, es un modelo que sirve para conducirnos a la idea de cómo dirigirnos correctamente a Dios en comunicación. Vemos como la enseñanza que da Jesús es sumamente clara en que no utilicemos vanas repeticiones porque Dios sabe de qué cosas tenemos necesidad (hay que comunicar las cosas que sean esenciales para nuestras vidas) y también que no seamos hipócritas, sino que hagamos el bien y la oración discretamente, nos exhorta a ser discretos.
Algunos detalles a tener presente en todo momento:
1. La oración debe ser realizada con entendimiento y moderación (1 Pedro 4:7).
2. Todo lo que se pida con fe, se tendrá (Santiago 1: 6-8).
3. Orar en el nombre de Jesús, el Hijo de Dios (Juan 14: 13-14).
4. Orar por los demás por el bien de todos (1 Timoteo 2:1).
Orar sin cesar:
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos".
Efesios 6: 10-18
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